Supongo que ya es hora de volver a casa. Me espera una descomunal bronca al llegar . Lo sé, a unos padres no les suele gustar que su hija adolescente de quince años vaya sola, por estas calles tan siniestras. No les agradaría que caminase por aquí ni aunque fueran las tres de la tarde. Son demasiado protectores, como la mayoría de padres, supongo.Rebusco en mi bolso hasta encontrar mi móvil. No es un móvil muy moderno, simplemente tiene lo necesario. Se puede llamar y mandar mensajes de texto. Nunca me han gustado esos móviles con internet que actualmente tiene la mayoría de personas. Están constantemente mandándose mensajes, además, con ellos es más fácil localizarte… y no me gusta sentirme localizada, no me gusta que la gente sepa donde estoy y que hago en cada momento. Enciendo el móvil, pongo el código pin y tras esperar unos segundos me avisa de un que tengo un SMS nuevo. Lo abro. Genial, justo lo que me temía diecisiete llamadas perdidas, todas de mis padres. Era de esperar. Miro la hora las tres y media. Estoy a media hora de casa en coche. Decido que lo mejor será coger un taxi. Así que empiezo a caminar en busca de uno.A las cuatro y cuarto estoy en la puerta de mi casa. Me acuerdo cuando venía con él. Siempre nos despedíamos con un beso. De repente me doy cuenta de que estoy llorando otra vez. Tengo que ser fuerte, no puedo llorar más. Encuentro las llaves en un bolsillo de mis vaqueros. Respiro hondo. Me secó las lágrimas con las mangas del jersey y encajo la llave en la cerradura. Abro la puerta lentamente, procurando hacer el menor ruido posible. Aunque que más da, mis padres estarán esperándome despiertos. Entro y efectivamente allí están, desde la entrada veo la luz del salón encendida. Mi cuarto está en el piso de arriba así que empiezo a subir las escaleras. Oigo unos pasos detrás de mí.
-¡Ágata!- me chilla mi madre- ¿Se puede saber donde has estado todo este tiempo? No sé que te está pasando pero estás muy rara, ¿tú sabes como de preocupados nos tenías a tu padre y a mí? No claro que no lo sabes, porque eres una egoísta y solo te importa como estás tú.
Yo ni me giro para escucharla. Sigo subiendo las escaleras mientras ella sigue insultándome. Si cree que me va a molestar se equivoca. Cuando llego a mi cuarto oigo la voz de mi padre, pero no consigo entender lo que dice, aunque tampoco es que me importe. Cierro la puerta de un golpe y después todo permanece en silencio. Dejo el bolso tirado en el suelo. Todo me da vueltas no puedo más, mi mundo se derrumba y yo no puedo hacer nada para evitarlo. Me tumbo en la cama, sigo vestida. Tampoco es que me apetezca ponerme el pijama así que me quedo así. Quieta e intentando mantener la mente en blanco. Pero solo vienen a mi mente imágenes suyas. Entonces en medio del silencio de la noche oigo mi móvil. Alguien me está llamando. No me muevo, ¿para qué? No tengo ganas de hablar con nadie. De repente me doy cuenta de una cosa, el tono de llamada no es el habitual, es el que tengo para sus llamadas. Antes de que cuelgue me levanto. Veloz como un rayo consigo encontrar el móvil. Le doy al botón de descolgar y lo escucho, su voz. No me puedo creer lo mucho que la he echado en falta, demasiado…
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